Tuve un pequeño flash justo cuando me prestaba a una cortita siesta entre las dos y cuarto y las tres de la tarde. No sé porqué se me vino a la cabeza los sábados por la mañana de San Francisco.
En la época que no trabajaba (¿cuándo?) mi vieja solía decir "vamos, levántese que tengo que limpiar o acomodar"... no recuerdo bien la frase, pero si me acuerdo del haz de luz que entraba por la ventana de madera verde oscuro. Se podía ver flotar pelusas y cosas así en el aire porque el haz las delataba. También veía la huella del perro o el gato en el ladrillo del techo. Cuando vaya para casa tengo que tomar una foto del ladrillo. Me imagino ahora que lo pienso, en un perro en un cortadero pisando el molde de un ladrillero y en las mil cosas que el artesano del adobe habrá pensado al verlo. O en las que habrá pensado el que lo puso en el techo y dejó esa cara para que la veamos.
Después tuve un flash de un flequillo impregnado en mi retina. No se borra más.
Y para variar, me desperté a los minutos con el sueño latente. Ibamos con el Iván, el José de la ballena a golpearle la puerta al Martín Del frari y la madre no nos reconocía. Y sí, hace tántos años que no los veo pero por suerte no los olvido.
Mañana será un día alucinante porque me visita un amigo que quiero muchísimo, uno de la vida, del camino.
Todo en cuarenta y cinco minutos. Impresionante para mi. Las cosas que uno podría hacer y decir en cuarenta y cinco minutos. Hay algunas que con un minuto me alcanza.
En la época que no trabajaba (¿cuándo?) mi vieja solía decir "vamos, levántese que tengo que limpiar o acomodar"... no recuerdo bien la frase, pero si me acuerdo del haz de luz que entraba por la ventana de madera verde oscuro. Se podía ver flotar pelusas y cosas así en el aire porque el haz las delataba. También veía la huella del perro o el gato en el ladrillo del techo. Cuando vaya para casa tengo que tomar una foto del ladrillo. Me imagino ahora que lo pienso, en un perro en un cortadero pisando el molde de un ladrillero y en las mil cosas que el artesano del adobe habrá pensado al verlo. O en las que habrá pensado el que lo puso en el techo y dejó esa cara para que la veamos.
Después tuve un flash de un flequillo impregnado en mi retina. No se borra más.
Y para variar, me desperté a los minutos con el sueño latente. Ibamos con el Iván, el José de la ballena a golpearle la puerta al Martín Del frari y la madre no nos reconocía. Y sí, hace tántos años que no los veo pero por suerte no los olvido.
Mañana será un día alucinante porque me visita un amigo que quiero muchísimo, uno de la vida, del camino.
Todo en cuarenta y cinco minutos. Impresionante para mi. Las cosas que uno podría hacer y decir en cuarenta y cinco minutos. Hay algunas que con un minuto me alcanza.
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